martes, 27 de enero de 2009

EL ENANO AURINEGRO

El enano era de esos jugadores al que en el barrio cualquiera que osara con opinar a cerca de las cualidades futboleras de los que por allí despuntaban el vicio, hubiese marcado como un pica piedras, uno del montón, un pata dura.
Era de esos a los que las ganas siempre le ganaban al talento y ya desde
chico se vislumbraba que la vida debería portarse extremadamente bien con el para que aquellas pocas virtudes que tenia de pequeño, cambiaran a medida que fuera creciendo.
El enano era de esos pibes a los que la existencia no les regalaba casi nada. Y si bien su padre y su madre trabajaban, ya desde chico el también aprendió a colaborar con la economía familiar.
A la mañana iba a la escuela para cumplir con sus estudios y por la tarde salía en su bicicleta a vender los exquisitos pasteles que preparaba, Teresa, su madre. Y como si esto fuera poco los fines de semana cambiaba los pasteles por el diario el eco y se hacia unos pesos extras vendiendo a los gritos las noticias del pueblo.
Para el enano solo había un par de debilidades. El entrenamiento de los sábados cerca del mediodía en la cancha de su querido Santamarina y detenerse mientras vendía por la calle en cada uno de los picados que se cruzaba, aunque fuera solamente para jugar un par de minutos y seguir rápidamente con el laburo.
Generalmente, eran pocos los minutos que jugaba, por que si bien en cada picado o en cada potrero que se cruzaba era bienvenido, ni bien le pifiaba en alguna entrega o daba algún pase gol a los contrarios, lo invitaban a seguir viaje.
Sin embargo fiel a sus convicciones, poca bola era la que les daba a quienes querían cambiarle su forma de jugar.
El enano era un insistente gambeteador pero de esos que jamás dejó a dos rivales seguidos en el camino.
Era de esos a los que le gustaba tirar paredes pero jamás te la devolvía redonda y además también pesaba sobre él, el celebre calificativo de comilón ya que en cercanías del arco era difícil que te pasara un balón.
Este ultimo detalle no hubiese sido problema siempre y cuando esa decisión del pequeño futbolista terminara con la redonda enredada en el fondo de la red pero como ustedes deben imaginar, alcanzan y sobran los dedos de una mano para enumerar las veces que se pudo festejar.
El enano amo el fútbol desde la cuna y ya desde muy pequeño su padre lo hizo fanático de Santamarina.
Vivía cerca de la estación pero era solo una casualidad. Y aunque su viejo trabajaba como ferroviario y vivía desde hace muchos años en el barrio, ambos eran del aurinegro y nada querían saber a cerca de sus queridos primos, los tricolores.
La vieja entrada de Belgrano y Roca fue la que lo recibió durante la infancia y parte de la juventud en su querido Santamarina hasta que llego ese momento difícil, casi trágico, impensado por el enano.
Ya casi llegaba a los 23 años y por aquel entonces todos sus compañeros de la infancia jugaban en la primera del aurinegro, el apenas y de a ratitos en la cuarta.
En la semana previa a la toma de tan difícil determinación, se había cruzado en el centro con un amigo. Ese viejo compañero de antaño conocido en algún picado mientras vendía pasteles cuando era chico lo había invitado a jugar en Excursionistas.
El equipo con sede en calle las Heras y cancha en el barrio Palermo andaba reclutando jugadores para afrontar el campeonato de la liga.
Dale enano, veni, mira que allá vas a jugar en primera si o si le dijo el amigo. Cansado de pasar las tardes en el banco de suplentes tenia que decidir nada mas y nada menos que transformarse en un hincha mas definitivamente o traicionar de cierta manera los colores y ponerse otra camiseta.
De todos modos el quería sacarse esas ganas de todo jugador y competir en la primera división de la liga tandilense
De lado iba a quedar el sueño de hacerlo con la camiseta aurinegra pero como contrapartida el enano no sentía que debía despedirse tan rápido del fútbol.
Así fue entonces que acepto la oferta, pidió el pase, que le fue otorgado sin ningún tipo de reparos y se encamino hacia lo que seria su futuro, jugar a partir del próximo torneo en la primera división de Excursionistas.
Lo que el enano no sabia es que aquel juramento de su amigo garantizándole que sería de titular si o si, era tan real como el unicornio de la canción de Silvio Rodríguez, famosa por aquellos años.
El técnico deposito en el la toda la confianza pero rápidamente el primero en la lista de los suplentes le arrebato el lugar.
El pequeño jugador y fanático hincha de Santamarina que había emigrado para vestir otra casaca con el solo objetivo de jugar en primera, no lo podía creer.
Nadie podía hacerle entender que el no había traicionado sus colores. Era normal que amante del fútbol como lo era, hubiese buscado la chance de jugar aunque sea para otro club.
Traición hubiese sido que te pongas la de ferro, argumento alguien, como para darle fuerzas.
Y aunque el calvario iba por dentro, el enano se la banco como un señoriíto y siguió yendo domingo a domingo. El mejor arreglo que pudo hacer con la dupla técnica que dirigía al trueno verde fue que aunque sea un ratito lo pusieran cuando el equipo lo tuviera liquidado.
Pero nadie imaginaba lo que le esperaba. El torneo avanzo y llego la última fecha.
El próximo domingo en la jornada de despedida el rival sería su querido Santamarina.
Ellos ya sin chances deambulaban por la mitad de la tabla. Eran un equipo duro. Sin embargo Santamarina llegaba como líder y debía ganar para que no lo alcance su inmediato perseguidor y archirival ferrocarril sud.
En el equipo del enano jugaban como titulares 4 muy buenos exponentes que venían de mar del plata. Y además de quitarle la titularidad a los pibes de Tandil, los foráneos cobraban también algún dinerito.
Era viernes y aquel amigo que lo había tentado a nuestro personaje para que fuera a jugar a excursio, lo llamo a los gritos en medio de la calle.
Todavía con el cargo de conciencia que significaba haberle mentido al enano solamente con el fin de completar la lista de buena fe, le manifestó que iba a tratar de enmendar aquel error cometido.
Y que vas a hacer? Pregunto el enano.
Yo soy el que maneja el auto que va a buscar a los 4 de Mar del Plata.
Nosotros ya no tenemos chance, así que se me ocurrió que se me va a romper el auto y cuando llegue a Napaleofu me vuelvo.
Así vos podes jugar de titular contra Santamarina y demostrar lo que sabes y por ahí quien te dice, el técnico te lleva de vuelta.
Enserio harías eso por mi pregunto el enano, - Pero por supuesto ya lo tengo decidido contesto el amigo.
El domingo llego y el enano apareció caminando lentamente, con su bolsito al hombro. Observo pegado al alambrado el primer tiempo del partido de cuarta y sobre la media hora del segundo periodo enfilo para el vestuario.
Al llegar observo la puerta entre abierta y escucho el dialogo de los técnicos.
Me aviso el padre que al negro se le rompió el auto cerca de Napaleofu así que olvídate de los muchachos de Mar del Plata.
El enano sonrió y entro junto al resto de sus compañeros.
Uno de los técnicos, mezcla entre motivador y medio falso, le toco la cabeza y le dijo “nene dale con ganas que hoy vas desde el arranque”, rómpela mira que estos le tenemos que ganar así les cagamos el campeonato.
Jamás desde que estaba allí había recibido alguna arenga entonces la sensación del enano era un tanto rara.
Verse justo con la 11 en la espalda, de titular y contra su equipo del alma, Santamarina. Era todo muy raro y mas aun cuando saltaron a la cancha.
Sus ex compañeros lo saludaban casi de compromiso y no falto aquel que se acerco y le dijo, che enano es cierto que te pusieron por que no llegaron los de mar del plata????
El enano no comprendía si los nervios en el estomago y el nudo en la garganta eran por el partido o por la serie de condimentos que le ponían los que estaban a su lado.
El árbitro hizo sonar el silbato y el partido comenzó. Cinco minutos pasaron apenas para que aquel que siempre ganaba el campeonato de penales después del entrenamiento cuando eran pibes, pusiera el 1 a cero a favor de santamarina.
Lo extraño seria lo que iba a suceder en el minuto 30 de la primera etapa.
Un corner para excursionistas desde la derecha cayo en el corazón del área Ese que siempre le había ganado el puesto al enano en santa le pifio tratando de dar una mano en defensa, con tanta fortuna que la pelota quedo picando al borde del área chica.
Créanme pero a nuestro pequeño amigo se le salio el botín al impactar el balón con un tremendo puntinazo que se trasformó en el 1 a 1.
Estaba terminando de atarse el botín de cara al piso y tratando de imaginar su gol porque al impactar de puntín había cerrado los ojos, cuando escucho el grito de la hinchada aurinegra a sus espaldas festejando el segundo.
Su amigo el negro, el del complot para que los jugadores foráneos no llegaran, ya de vuelta en el estadio lo espero en la puerta del vestuario.
Y viste que te dije, viste que te dije.
Si bueno, dijo el enano, pero igual vamos perdiendo.
No importa contesto el amigo, escucha bien lo que te voy a decir.
El muchacho, que tenía mas calle que el gran buenos aires y al que aun le remordía la conciencia, tenía otro plan.
El juez de línea que va a marcar el ataque de ustedes es amigo mió. Fíjate y esta atento por que le voy a gritar algo lo voy a distraer y en alguna vas a quedar cara a cara, mas vale que la aproveches, sentencio.
Iban 15 de la segunda mitad cuando el línea cometió el error de contestarle una pregunta al amigo que estaba detrás del alambrado.
Una fracción de segundo y cuando giro la vista nuevamente hacia la cancha los dos centrales y el arquero con las manos en alto pedían off side. El arbitro con unos kilos demás nada podía hacer ya que aun le quedaban unos metros para cruzar la mitad de la cancha.
Entonces el linesman que amaga levantar la bandera y el negro desde atrás que grita las palabras mágicas, “arranco bien”, “arranco bien”, allí murieron las intensiones del juez de raya.
El enano con pleno dominio del balón volvió a cerrar los ojos y recordó por un instante los mejores momentos de la infancia en los potreros y como haciéndole un homenaje a esas épocas se prometió no fallar.
Abrió los ojos y la acomodo suavemente contra un palo.
Sus compañeros lo abrazaban en una esquina de la cancha, mientras los aurinegros protestaban por la posición adelantada.
Tres minutos mas tarde un tiro libre al borde del área a favor de Santamarina volvería a desnivelar el encuentro colocándolo 3 a 2.
Los minutos se consumían y el final del partido se avecinaba. El trueno verde buscaba el empate a través de un corner.
El centro al área y un manotazo al balón por parte de un jugador aurinegro que es advertido por el arbitro, penal!!!!! El grito generalizado de los que tenían camiseta verde y el silbato del arbitro marcando la pena máxima.

El enano lejos de pensar en el empate, comenzó a analizar lo que significaba que Santamarina no ganara.
Corrió hasta el alambre y pregunto como iba Ferro. Algunos que estaban
Escuchando la radio le confirmaron que el tricolor había ganado.
Extrañamente en el final del encuentro que lo había tenido como gran protagonista se planteaba una enorme confusión.
Tratar de empatar o permitir que el equipo de sus amores, el que lo había visto crecer, el equipo del que era hincha fuese alcanzado por su archirival.
Pensó que al fin y al cabo en realidad el había jugado ese partido simplemente por que no habían venido los muchachos de Mar del Plata.
Que la arenga de los técnicos había sido bastante falsa y que además había sido cómplice del negro y su segundo gol no deberían haberlo cobrado.
El enano corrió hacia el banco y pidió patear el penal. El indio Chávez, primer marcador central y capitán ya estaba con la pelota abajo del brazo mientras el juez contaba los 11 pasos.
El enano no sabia que otra excusa poner para que el ejecutor fuese el.
Es mi tarde, están mis viejos le dijo el enano al indio y el enorme defensor le entrego el balón sin percatarse cual seria le destino de tamaña decisión.
Santamarina ganaba el parido 3 a 2 y acariciaba el campeonato.
El arco que da a ramón primero seria el testigo de la última jugada del encuentro. El arquero aurinegro y el enano como protagonistas.
El silbato del árbitro se oyó como si fuera eterno. El enano corrió hacia el balón y pensó una vez mas en los colores de su corazón, en las palabras de su técnico, en el porque de su inclusión en el equipo titular….y la colgó de un eucaliptos del monte que estaba detrás del arco.
Cerró los ojos, se arrodillo y se tapo los oídos por que no quería escuchar ni ver nada de lo que allí pasaba.
Sin darse cuenta le había llegado unos de los momentos en que la vida te pone a prueba.
Se quedo sentado en el piso, apoyado en uno de los palos del arco, y observo el festejo de santa y su gente.
Y aunque deseaba íntimamente ser uno más de ellos, la cordura predomino a esa altura de la tarde.
La gente se fue lentamente. El enano camino hasta el vestuario y se sentó en un rincón. Sus compañeros se bañaron y al irse no hubo uno que no le tocara la cabeza y le dijera, no te hagas problema ya esta, ya termino.
Cuando ya no quedaba nadie ahí dentro, el enano se baño. Pensando en lo que había hecho disfruto al máximo de esas gotas de agua que regaban su cuerpo. Santamarina era campeón, gracias a el. Había hecho lo que le marcaba el corazón, lo que indicaban sus convicciones y nadie se había dado cuenta. Al contrario sus compañeros hasta buscaron consolarlo luego del encuentro.

Termino de ducharse, tomo su bolsito, lo hecho al hombro y enfilo para la puerta. Al salir observo que el canchero, un viejo de pocas palabras, canoso y con cara de pocos amigos venia hacia el y traía a cuestas una de las redes del arco.
“lo erraste a propósito” dijo el viejo y no fue una pregunta sino una aseveración.
El enano agacho la cabeza y se fue sin contestar. Al llegar a la casa, tomo unos mates en soledad y luego enfilo con destino a un galpón en el fondo donde colgó los botines. No volvió a usarlos nunca más.
Al día siguiente busco un trapo y comenzó a pintar una bandera que hace mas de 20 años va de alambre en alambre.
Aquel día decidió que seria solamente hincha y nada más que hincha del único que equipo que amo desde la cuna y que amara hasta que llegue el momento de su muerte.
El aurinegro, Ramón Santamarina.

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